El autismo es una discapacidad, un trastorno generalizado del desarrollo
cerebral, que produce un comportamiento anómalo en el cual los niños afectados
se muestran indiferentes, ausentes, con dificultad para formar lazos emocionales
con otras personas. Los niños con autismo tienen tres características comunes,
tres discapacidades de la vida social, lo que se ha llamado la tríada de
aspectos afectados:
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- Dificultades con la comunicación, verbal y no verbal.
- Dificultades con la interacción social. „
- Dificultad con la imaginación y el lenguaje interno, que resultan en
intereses y comportamientos repetitivos y restringidos.
Junto a estos tres aspectos básicos, existen otras peculiaridades que son muy
frecuentes en las personas con autismo: respuestas sensoriales anormales con
hipersensibilidad o hiposensibilidad a algunos estímulos. Escasa capacidad de
abstracción y generalización. Pueden manejar un listado interminable y
desestructurado de detalles, resultándoles difícil separar lo importante de lo
accesorio. Resistencia a todo cambio en el ambiente que les rodea o a las
alteraciones en la vida diaria. Necesitan las rutinas.
El autismo aparece por todo el mundo, en familias de todas las clases
sociales y de todos los tipos raciales. Ningún factor del ambiente psicológico
del niño, ni de la educación recibida, ni del trato recibido de padres o
familiares es causa de su autismo.
En general, se usa el término síndrome de Asperger para referirse a las
personas con TEA capaces de hablar y niveles de inteligencia normales o altos y
también para aquellas que en general están en el nivel más favorable del
espectro autista. En el síndrome de Asperger, se ven también los síntomas que
afectan a la vida social pero el desarrollo del lenguaje y la inteligencia no
verbal son prácticamente normales. Las personas con síndrome de Asperger se
caracterizan por tener un pensamiento concreto y literal, obsesión con ciertos
temas, excelente memoria, y un comportamiento “excéntrico”. Las personas con
Asperger pueden funcionar a un alto nivel, son capaces de mantener un trabajo y
de vivir independientemente.
Como diferencias claves entre el síndrome de Asperger y el autismo, el
cociente de inteligencia es superior en las personas afectadas por síndrome de
Asperger, la adaptación al medio es mucho mayor, los niveles de expresión verbal
son altos y es más clara la herencia familiar. En relación con los problemas
motores, el síndrome de Asperger presenta como característica principal la
torpeza, mientras que en las personas con autismo lo más llamativo son los
movimientos estereotipados. La Asociación de Psiquiatría Americana en su manual
de diagnóstico DSM-IV (1994) considera al síndrome de Asperger como algo
diferente del autismo. Ello no obstante, autismo clásico y síndrome de Asperger
se dan frecuentemente en la misma familia, lo que sugiere que no son
genéticamente distintos.
El diagnóstico del síndrome de Asperger suele ser mucho más tardío que el del
autismo clásico. La fecha clave para la diferenciación entre ambas
discapacidades estaría en torno a los tres años, donde el niño con autismo
clásico presentaría todos los síntomas mientras que el niño con síndrome de
Asperger sería prácticamente normal, teniendo lugar el diagnóstico del síndrome
en torno a los siete años o más tarde. El niño de tres años con síndrome de
Asperger tiene una relación adecuada con sus padres y hermanos (aunque torpe) y
no muestra conductas de alejamiento.
Es más dudosa la medida del retraso en empezar a hablar porque según algunos
al haber pasado varios años cuando se establece el diagnóstico, la
identificación de fechas clave y la evaluación del grado de afectación depende
básicamente de la memoria de los padres, lo que puede llevar a estimaciones con
un error importante.
Uno de los principales problemas con el síndrome de Asperger y los TEA es que
no existe ningún marcador biológico válido. El diagnóstico se fundamenta en un
análisis de la conducta y existe una gran diversidad entre las distintas
personas afectadas. Por otro lado, los distintos síntomas tienen diferentes
evoluciones temporales, por ejemplo el déficit en la relación social suele
mejorar con la escolarización mientras que los comportamientos repetitivos se
vuelven más frecuentes.
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